jueves, 17 de julio de 2025

El año del terremoto...



Capítulo 3


Hay años que no se olvidan.
No por lo que lograste, sino por lo que sobreviviste.
Años que parten tu historia en dos.
Años que no caben en palabras, pero que marcan cada parte de tu cuerpo.
Empezó con un cansancio que no era solo físico.
Era un agotamiento silencioso, acumulado.
El cuerpo me hablaba: insomnio, dolor, nudos en el estómago, dificultad para respirar.
La mente me gritaba: “no llegas, no puedes, no vales”.
Y yo, en lugar de parar, apretaba más. Porque me habían enseñado que rendirse era fracasar.
Estaba preparando una oposición.
Y aunque esa palabra pueda sonar académica o profesional, en mi caso, era mucho más.
Estudiar era mi forma de sobrevivir.
Aferrarme a un objetivo era lo único que me mantenía de pie mientras todo a mi alrededor —y dentro de mí— se caía a pedazos.
A los pocos meses, llegó el golpe.
Perdí a mis dos bisabuelos con días de diferencia.
Uno de ellos era como un refugio. Una raíz que me sostenía.
Y no tuve tiempo de parar.
No hubo duelo. No hubo pausa. Solo una mudanza repentina, otro cambio brusco, otra señal que mi cuerpo no soportó.
Con el silencio o el ruído de la casa nueva vinieron los recuerdos que más temía.
El trauma.
Las escenas que llevaba años intentando olvidar.
Pesadillas. Crisis. Disociación.
Atracones y vómitos más frecuentes pero también cierta tranquilidad que me dio la distancia de mi antiguo hogar. Los primero días fueron sin saber si era hambre, miedo o vacío.
Tomaba medicación para calmarme.
A veces funcionaba. A veces no.
Me ayudaba a dormir unas horas, pero el dolor emocional no se iba al despertar.
Y sin embargo, seguía estudiando.
Seguía como si pudiera tapar la herida con un esquema. Como si un título pudiera sanarme.
Ese año me rompí muchas veces.
Pero también empecé a verme.
A decir “no puedo”.
A llorar sin esconderme.
A nombrar lo que callé durante años.
A reconocer que estudiar con un TCA, con ansiedad, con duelo, con trauma… es una hazaña que nadie premia pero que debería conmemorarse.
Y por eso este capítulo existe.
Porque hay muchas mujeres que están intentando opositar mientras sostienen vidas que pesan el triple.
Mujeres que se levantan con los ojos hinchados de llorar, que memorizaron leyes con el corazón roto, que repasan temas con el cuerpo dolorido y la mente fragmentada.
Este capítulo es para nosotras.
Las que estamos luchando por un futuro sin haber tenido un pasado justo.


🔥 Lo que aprendí en mi año terremoto
🧷 Guía exprés para días de colapso
No se trata de rendirte.
Se trata de cuidarte mientras todo tiembla.

🌱 A quien esté pasando su propio terremoto
Tal vez no sabes cómo seguir.
Tal vez todo duele, todo pesa, todo abruma.
Y sin embargo, estás aquí. Leyendo esto.
Eso ya es un acto de valor.
No todo lo que se rompe se pierde.
A veces, lo que se rompe… es lo que ya no podías sostener.
Y eso también es liberación.
Nos leemos, V.

Para mí, ese año fue primero el 2005 y después 2024 y 2025.

  • No siempre se trata de avanzar. A veces, resistir es suficiente.

  • No necesito justificar mi dolor. Si duele, es real.

  • No soy débil por no poder con todo. Soy fuerte por no haberme soltado.

  • Estudiar en estas condiciones ya es una victoria.

  • Puedo tener miedo y seguir. Puedo tener heridas y aún así construir.

Cuando todo te supere, prueba esto:

  1. Siéntate. Respira. Apoya los pies en el suelo.

  2. Nombra lo que te está pasando. “Estoy triste”, “estoy saturada”, “me siento sola”.

  3. Di en voz alta: “No tengo que poder con todo hoy”.

  4. Cierra los apuntes. Haz algo que te dé alivio (aunque solo sea quedarte en silencio).

  5. Si puedes, escribe o envía un mensaje a alguien seguro.

  6. Y si nada ayuda, aguanta el momento sin exigencia. Ya pasará.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No rendirse también es una forma de éxito...

  Preparar una oposición no es solo estudiar. Es sostener una expectativa en medio del caos. Es organizarse cuando la mente está desordenada...